CORREO
La Rioja (España)

11 de diciembre de 2012

LOS COLORES DEL OTOÑO

            No temas al otoño, si ha venido.
         Aunque caiga la flor, queda la rama.
           La rama queda para hacer el nido.
Estos árboles muestran ahora una coloración muy llamativa y atractiva, desde el amarillo brillante de los chopos, el dorado de los castaños, hasta el rojo de los arces. Todo forma parte del ciclo. Ante la disminución de la luz, el descenso del calor y la aparición de vientos, los árboles saben que el verano ha finalizado y se preparan para el invierno reduciendo sus necesidades al mínimo. La clorofila, la macromolécula de intenso color verde y responsable de la fotosíntesis, empieza a degradarse. En ausencia de este componente, las hojas muestran los colores de otras substancias.

Estos colores ya existían en el verano, pero ahora se dejan ver sin que los camufle el verde profundo de la clorofila. Los colores brillantes y fuertes corresponden a determinados componentes que precisan las hojas. Otras tonalidades menos vistosas son debidas a motivos también menos llamativos, como el caso del marrón de los robles, que procede de productos de deshecho que el árbol acumula en las hojas como si fuera una bolsa desechable de basura. En la naturaleza nada ocurre en vano. La caída de las hojas cumple unas funciones primordiales: marca el fin de un ciclo y además prepara a los árboles para que vuelvan a brotar tras el descanso invernal, entre tanto, las hojas al pie del árbol proporcionan un abrigo, un escudo térmico que evita que las raíces se hielen durante los meses fríos. Por la acción de microorganismos, estas hojas se descompondrán, enriqueciendo la tierra para que nuevos seres vivos se puedan desarrollar.

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